La universidad continúa siendo un espacio limitado y algo excluyente para los estudiantes con discapacidad, a pesar de los avances que se pueden reconocer gracias al VI Estudio sobre la Inclusión de Personas con Discapacidad en el Sistema Universitario Español de Fundación Universia. El porcentaje de estudiantes con discapacidad sigue siendo bajo; la falta de accesibilidad también disminuye, pero ocasiona todavía mucha exclusión; la modalidad educativa a distancia es demasiado alta y el entorno, profesorado, personal y compañeros, mantiene comportamientos unas veces discriminatorios, otras indiferente, seguramente por falta de conocimiento y formación.
“No siempre, o al menos no en todas las universidades, cuentan con herramientas de adaptación de sus sistemas de evaluación, o del contenido de sus materias”, afirma Mireia Lozano desde su experiencia como universitaria con discapacidad. Eso sí, matiza, “no es porque la propia universidad ponga problemas sino porque utilizan materiales que no tienen y no pueden ser versionados a formatos accesibles”.
Según explica, “todo lo relativo al acceso a la información es un campo que puede ser fácilmente adaptado a diferentes necesidades«, pero solo si se hace previamente. «Es una necesidad que puede ser cubierta de antemano, es decir, se pueden prevenir la mayoría de las necesidades de acceso a la información y que el material que se cree tanto por parte directamente de la universidad, como desde el profesorado, ya sea accesible, para evitar tener que modificarlo una vez se encuentran con las necesidades específicas de un alumno«.
Las barreras de todo tipo, el acceso universal continúa siendo la principal batalla de las personas con discapacidad en cualquier ámbito de sus vidas, ya que, sin la garantía de este derecho, se cierra el acceso a casi cualquier otro. Según el estudio de Fundación Universia, el 20 % de los estudiantes con discapacidad se siente discriminado en aspectos relacionados con la accesibilidad, la adaptación curricular, los exámenes, las relaciones con el profesorado y los aspectos burocráticos.
José Luis Aedo, vicepresidente del CERMI y presidente de su Comisión de Educación, apunta también esa idea al afirmar que «es necesario contemplar toda la diversidad de los recursos de apoyo en la respuesta múltiple relativa a adaptaciones del puesto de estudio, ya que, por ejemplo, herramientas como el subtitulado, un recurso de apoyo a la audición y a la comunicación oral, se queda invisible y es un recursos que, hoy en día, está al alcance de un ‘click’ en multitud de plataformas, aplicaciones y herramientas informáticas que usamos a diario”.
Incremento de estudiantes
Sin embargo, también se observan en este estudio algunos aspectos positivos que deben destacarse, por ejemplo, “la comunidad universitaria con discapacidad se ha ido incrementando, así como el PDI (Personal Docente e Investigador) y el PAS (Personal de Administración y Servicios) con discapacidad, lo cual indica una eliminación de barreras en el acceso a la educación superior”. Es la primera impresión o valoración que ofrece Carlos Sánchez, técnico de Talento en Fundación Universia y coordinador del VI Estudio sobre la Inclusión de Personas con Discapacidad en el Sistema Universitario Español de Fundación Universia, elaborado en colaboración de Fundación ONCE, quien explica este balance tomando como referencia la evolución de las distintas ediciones.
A pesar del avance, cabe destacar que las cifras continúan siendo algo alarmantes, pues según el estudio, apenas el 1,6 % del estudiantado universitario en España tiene discapacidad en el curso 2021-2022, lo que indica barreras y limitaciones en el acceso a la educación superior.
Para Isabel Martínez Lozano, directora de Universidades y Promoción del Talento de Fundación ONCE, lo más preocupante del estudio son precisamente los datos de acceso, que “siguen prácticamente igual y no aumenta significativamente el número de alumnos y alumnas con discapacidad que acceden a la universidad, por tanto, seguimos afrontando unas altas tasas de abandono temprano”. Además, destaca otro dato negativo, y es que “sólo el 51% del estudiantado estudia en universidades presenciales y el resto en universidades a distancia o virtuales, y creo que sería deseable que una mayoría pudiera vivir la experiencia universitaria de manera presencial, por la riqueza que supone esta etapa”.
Mireia Lozano también enfatiza la importancia de la formación del profesorado pues asegura que «la mayor parte de los malentendidos entre el profesorado y los estudiantes respecto a sus necesitades académicas se dan por el desconocimiento». En esa misma línea, José Luis Aedo considera necesario ahondar en el proceso de formación del ámbito universitario: “Una tarea que continúa estando pendiente es la formación del profesorado en la aplicación de metodologías y recursos inclusivos y accesibles; además, que transversalmente se incluya en los currículos formativos una aproximación a las personas con discapacidad, así como el diseño y la accesibilidad universal aplicados a cualquier área de conocimiento y formación universitaria». Martínez Lozano, por su parte, también habla de la necesidad de “modificar la actitud y la formación del profesorado”.
Y es que, tal y como revela el estudio, aunque la mayoría de los estudiantes con discapacidad percibe que son tratados de la misma manera que sus compañeros sin discapacidad, aún existe un porcentaje significativo que considera que el profesorado les trata de manera distinta, lo cual indica esa necesidad de una mayor sensibilización y capacitación de los docentes.
Participación de los estudiantes
La recogida de datos de la fase cuantitativa se llevó a cabo durante todo el año 2022 y proviene de las encuestas a dos públicos objetivos: las instituciones universitarias, por un lado, y el estudiantado con discapacidad, por otro. En la encuesta a universidades han colaborado un total de 57 universidades, habiéndose alcanzado un 66,27% de participación entre el total de 86 universidades públicas y privadas del Sistema Universitario Español.
En la encuesta a estudiantes con discapacidad han participado un total de 1.386 estudiantes que están cursando actualmente sus estudios universitarios o que los han terminado recientemente. En este sentido, según señala Carlos Sánchez, “son colaboradores, el colectivo de estudiantes con discapacidad está concienciado con este tipo de proyectos y está al tanto de las actividades que se realizan desde entidades como Fundación Universia, por lo que su participación se ha mantenido lineal en todos los años”. Además, incide en que el hecho de que las respuestas se recojan online “permite una mayor participación y una mayor capacidad del estudiante de sentirse libre para responder”.
Mireia Lozano, sin embargo, advierte de la difícil y escasa comunicación de los universitarios con discapacidad con el resto personal de la universidad: “En muchas ocasiones los estudiantes no comunicamos con toda la fluidez necesaria cuáles son nuestras necesidades, ya sea por miedo a una estigmatización, o por falta de conocimiento de los recursos disponibles, siento que no pedimos todo lo que necesitamos y esto genera en los estudiantes una ‘necesidad’ de adaptarse, de hacer más difícil su desarrollo universitario para evitar destacar, o evitar pedir; esta comunicación más detallada por parte de los estudiantes podría facilitar al personal universitario su labor de adaptación y prevención ante las necesidades específicas de los diferentes estudiantes».
A su vez, si hay algo de lo que felicitarse, a juicio de Isabel Martínez Lozano, es del acceso de los estudiantes con discapacidad intelectual a los estudios superiores: “el paso más estratégico que se ha dado en los últimos años y que la nueva ley de universidades y la LOSU plantean, es el hecho de que cientos de jóvenes con discapacidad intelectual esté accediendo, gracias al programa UNIDIVERSIDAD de Fundación ONCE, a estudios universitarios».
A su juicio, «el derecho de estos jóvenes a ir a la universidad va a ser todo un cambio de paradigma para las expectativas laborales y de vida de este grupo de jóvenes que son los peor tratados en el sistema educativo y a quienes hasta ahora el sistema prácticamente desahucia».
Según sus datos, son ya 31 las universidades que abren sus puertas a este alumnado, «pero esperemos que, en un futuro cercano, todos los que lo deseen tengan esta oportunidad como cualquier otro joven, porque la experiencia universitaria es determinante para el crecimiento personal y profesional de cualquier persona», matiza la responsable de Universidad de Fundación ONCE.
Por otro lado, y según explica el coordinador del estudio, son los propios estudiantes con discapacidad los que desvelan su principal preocupación en este estudio: “Preocupa especialmente el empleo pues el 60,5 % de los alumnos considera que lo va a tener más difícil a la hora de encontrar trabajo; es importante informar a los alumnos de todas las vías que existen y de las posibilidades laborales en el ámbito de empleo cualificado para personas con discapacidad”. Según Sánchez, “los datos de estos estudios son cada edición más positivos, pero sigue habiendo porcentajes importantes, como es el caso de la empleabilidad, que indican la necesidad de seguir trabajando en todos ellos”.
Un estudio necesario
En cualquier caso, la opinión común es que un estudio como este resulta necesario todavía. Según José Luis Aedo, “evaluar la evolución del nivel de inclusión del alumnado con discapacidad siempre es una buena noticia». Además, destaca el hecho de que en el estudio se han abierto nuevas variables, como la valoración realizada por los propios profesionales del Servicio de Atención a las personas con discapacidad de las universidades, que a su juicio «aporta valor y resulta de gran interés para contrastar frente a otros datos de percepción de la comunidad universitaria».
Para Isabel Martínez Lozano, el estudio, que tiene una historia de más de una década, “es muy necesario porque es el único que nos ofrece un diagnóstico real y evolutivo de cómo está el grado de inclusión de nuestro sistema universitario; también nos ofrece luz sobre dónde están los obstáculos y los desafíos y además el análisis cualitativo del alumnado es muy interesante porque nos habla de sus expectativas y opiniones». En definitiva, afirma, «la utilidad del estudio es muy importante para las universidades, las AAPP, las entidades que prestamos apoyos, para todos los agentes que estamos involucrados en generar y promover progreso a través de la inclusión social».
Tan solo queda destacar otras cuestiones que quedan reflejadas en el informe y también resultan de interés, como es la que destaca Mireia Lozano cuando habla de “entendimiento de la idea de una persona con discapacidad”. Afirma que no cree que exista un sentimiento de rechazo por parte de los estudiantes sin discapacidad hacia ellos, pero “sí existen sentimiento e ideas equivocadas acerca de las personas con discapacidad”.
Añade, en definitiva, que «quizás una de las cosas más importantes a trabajar en este ámbito sea entender que un compañero con discapacidad no necesariamente va a depender de otro sin discapacidad, es un individuo idéntico al resto, con necesidades diferentes».
Por su parte, José Luis Aedo afirma que “aún queda mucho por hacer, desde mejoras en la calidad de la educación obligatoria, la coordinación y acompañamiento en el paso de las etapas no universitarias a la universidad, la continuidad en los apoyos, la mejora en la prestación de becas y ayudas, la orientación vocacional y profesional, entre otras cuestiones que garanticen una educación superior inclusiva».
Finalmente, Isabel Martínez Lozano destaca un desafío importante para todos, “tenemos que conseguir que en la próxima década las personas con discapacidad puedan optar en igualdad de condiciones a la carrera académica y para ello las universidades tienen que tomarse en serio y cumplir con la cuota de reserva de las personas con discapacidad en el acceso a PAS y PDI».
Fuente: https://diario.cermi.es/coverage/una-universidad-inclusiva-que-se-resiste